
8 horas para el trabajo, otras 8 para el reposo y 8 para la recreación, fueron las principales peticiones de los trabajadores que se movilizaron en días previos al 1 de mayo.
Demandas que luego de jornadas de movilización y paralización del trabajo productivo y no sin antes pagar un alto precio en sangre, finalmente consiguieron estas jornadas para todos los trabajadores.
El alto precio fue pagado por el movimiento huelguístico que surgió con, durante y luego de la muerte de los denominados “mártires de Chicago”.
En esta ciudad Estadounidense, los trabajadores laboraban 14 horas al día bajo condiciones precarias y empobrecidos, por lo que se constituyó rápidamente en un bastión de los movimientos huelguísticos.
Allí murieron 6 trabajadores a manos de la policía y luego, en un juicio amañado, se resolvió la pena de muerte para los “agitadores”, los que se convertirían en los “Mártires de Chicago”.
Gracias a los mártires y a los movimientos sindicales es que se parte de la base que la jornada de trabajo es de 8 horas y es la norma para la gran mayoría de los trabajadores y empleadores.
En Chile, recién en 1924 se adoptó la jornada de 8 horas, 38 años después de Estado Unidos.
Hoy nuevamente se ponen en discusión las jornadas de trabajo, en especial cuando se trata de resguardar la salud y seguridad en el Trabajo.
¿Son necesarias jornadas saludables y productivas a las que puedan acceder los trabajadores, con resguardo adecuado de sus condiciones de salud mental y física y en condiciones ambientales favorables.?
En este día hacemos un llamado a pensar y a reflexionar sobre la importancia de defender nuestros derechos de forma continua, a través de los mecanismos correspondientes y a comprender que la unidad, la solidaridad y la dignidad en el trabajo son esenciales tanto para los supervisores como para todos los trabajadores de Chile.